The whole secret of existence is to have no fear.
Never fear what will become of you.
Depend on no one.
Only the moment you reject all help are you freed.
Buddha
Cuatro semanas dentro de una nevera eléctrica
En estos días descubrí un nuevo miedo. Es grande y hace mucho ruido. No me he sentido del todo bien desde que llegó a lo que es mi nueva casa. (El proceso para adaptarme a esta, es, en definitiva, materia de otro comentario) Anoche traté de dormir en la estancia donde se encuentra. Está muerto. Sin embargo de vez en cuando muestra signos de actividad, su molesto ruido me carcome los huesos, me hace papilla el cerebro y me hace pensar.
Sé de lo inútil de su función, gasta más de lo que produce. En su actividad de existir devora todo lo que está en su camino, aunque probablemente exista una excusa para él: no sabe lo que hace. O por lo menos no tiene plena conciencia de los inconvenientes que, desde ciertas perspectivas, pueden tener sus métodos. Así, me parece que funciona sin ningún remordimiento, aunque lo más seguro es que quien sabe.
El frío que produce me parece insoportable, digo, no lo he sentido en toda su intensidad, pero supongo. Lo escucho, percibo su metálica presencia. Lo que más me sorprende es que los demás no noten el absurdo de su existencia, es más, lo justifican y aplauden su actitud, dicen que es necesario.
Ahora bien, he empezado a sospechar que este, llamémoslo artefacto o dispositivo o aparato o cierto ser, ha empezado, él por su parte, a vislumbrar ciertas cosas acerca de la situación que nos envuelve, es decir, ciertas similitudes que nos atañen. Tal vez el piense lo mismo de mi. No lo sé. Aunque hay otras cosas que tienen prioridad en mi mente, por ahora.
Cada vez me siento más cerca de su puerta.
