José hubiera estado totalmente de acuerdo con la foto.
Culebrón
Culebrón que se arrastra lerdo
y sigiloso o con estruendo.
Densa novela
hipertrofiada de hechos y personajes.
Cómo desaparecen en un truco del aire,
escotillón invisible,
entre escenografía purulenta o radiante.
Cómo regresan
en un golpe melodramático.
Qué coincidencias,
inadmisibles en un drama que se respete.
Nadie aceptaría en un libro serio
los simétricos folletines
que son el pan nuestro de cada día,
las duplicidades
del villano reaparecido como héroe.
O la traición fraterna de Abel inocente
O el gran Amor
que durante dos semanas iluminó la existencia entera
- y hoy quién se acuerda.
Culebrón nuestras biografías,
escritas en el aire con mala letra,
lineas torcidas;
mezclas vulgares
de lo trágico y lo irrisorio.
Qué ganas de humillarnos tiene el autor
o el que mueve las marionetas.
Su dramaturgia efectista y sórdida
(aunque sin duda alguna entretenida)
no se mantiene en pie ante la gran objeción al género:
desde que empieza la obra
sabemos cuál será nuestro desenlace.
José Emilio Pacheco